El Presidente Trump apareció como un bólido y parece ser que su misión es de “tierra arrasada”. Según él comprará Groenlandia, arrebatará el canal de Panamá, le cambiará el nombre al Golfo de México y desprestigia a los demócratas por arriba, abajo, enmedio y a los lados.

El camino jurídico e histórico, aunque resulta empinado, no es imposible. Consensuar este cambio con Cuba y México, los otros países involucrados, no será fácil por decir que será imposible, en especial cuando se acuda a las instancias como la Convención de Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar y la Organización Hidrográfica Internacional. Valdría recordar que el nombre Golfo de México tiene casi 500 de usarse y difícilmente un decreto podrá tirar esos siglos a la basura.

Un dato importante es que si México y Cuba no están de acuerdo, Trump podría lograr su objetivo recurriendo a un organismo estadounidense llamado Junta de los Estados Unidos para los Nombres Geográficos y el Golfo de México podría tener dos nombres, tal y como sucede con el Río Bravo en México y el Río Grande en los Estados Unidos.